xSaltó de escándalo en escándalo durante toda su carrera política, pero solo fue condenado por evasión de impuestos. Berlusconi no sólo inventó la tv comercial en Italia, sino que construyó sobre ella la tv populista de derecha, basada en llevar al extremo algunas noticias aterradoras, repitiéndolas hasta el infinito y dilatándolas hasta producir un nuevo imaginario y nuevas identificaciones.
La derecha xenófoba, racista y ultraclasista no fue inventada a nivel político, sino que fue inventada por las televisiones de Berlusconi, que produjeron una narrativa tóxica, construyendo miedos y exageraciones sobre esta realidad virtual que surge de la realidad.
La idea de que «nos están invadiendo», de que «no hay suficiente para todos y por lo tanto los nuestros primero», etc., no fueron inventadas por Salvini o Meloni, sino solo producto de las transmisiones televisivas.
No en vano, después de los primeros años en los que fue Forza Italia la que se benefició principalmente de esta narrativa tóxica, luego fue principalmente la Liga de Salvini y, por lo tanto, la derecha fascista de Meloni la que reunió el mayor apoyo. Berlusconi no es un empresario que ha entrado en política, sino el inventor de una nueva forma de política de derecha.
xEl estilo abusivo de Berlusconi, con los individuos y con las instituciones, tiene imitadores y herederos en la propia Italia y en todo el mundo. En segundo lugar, Berlusconi ha injertado en el fuerte anticomunismo, que siempre ha caracterizado a la derecha italiana, el pleno despacho aduanero del fascismo. En Italia, como en toda Europa, después de la II Guerra Mundial, la derecha se dividió históricamente entre una derecha fascista y una derecha no fascista o antifascista (piense en De Gaulle y el gaullismo).
En Francia, Chirac prefirió perder las elecciones presidenciales antes que aliarse con la derecha fascista de Le Pen senior. Berlusconi, por el contrario, fue el primero en Europa en abrir la puerta a los fascistas e inició una tendencia que en los años siguientes se extendió gradualmente por Europa y por todo el mundo.
Cuando en 1993 Berlusconi apoyó a Fini, entonces secretario del fascista MSI, como candidato a alcalde de Roma, y al año siguiente consiguió juntar la derecha fascista y la derecha de la Liga del Norte con dos coaliciones distintas en el norte y en el sur, Berlusconi tradujo en una gran operación electoral y concreta de unificación de la derecha italiana, desde nacionalistas y fascistas, a secesionistas y xenófobos, a conservadores y liberales.
Una gran operación política que borró toda línea entre la derecha liberal y el fascismo y entregó -a lo largo de los años- a los fascistas la hegemonía en la derecha y en la formación del imaginario del hermoso país. Todo ello justificado por la necesidad de «defenderse del comunismo», presentado como el mal absoluto y ampliado para incluir cualquier idea o conducta que no coincidiera con la antropología personificada por Berlusconi. El «anticomunismo» y la apertura de las puertas al fascismo están entre los principales residuos tóxicos que deja Berlusconi a nivel político en este mundo en guerra.
xLa Justicia le había abierto causas como para hacer dulce, pero los que lo desplazaron del poder fueron «los mercados», cuando después de la crisis hipotecaria global dejó a Italia endeudadísima. En tercer lugar, el comportamiento personal de Berlusconi ha estado tan entrelazado con su actividad pública, que se ha transformado en elementos de costumbre que afectan la vida del país. Basta pensar en cómo Berlusconi ignoró sistemáticamente la separación entre legalidad e ilegalidad. Berlusconi despejó por completo las costumbres de la idea de que la fuerza y el consenso y no el respeto a las reglas democráticas eran el fundamento de la acción política.
Pero pensemos cómo los mismos comportamientos privados han relanzado fuertemente un machismo que ya nadie reivindicaba, basado en la idea de que el cuerpo de la mujer está a disposición de quien tiene dinero para comprarlo.
Berlusconi también aclaró a través de las costumbres la idea de libertad ilimitada en la que el hombre -en este caso se impone la determinación del género- no es un animal social, sino uno que debe abrirse camino en el mundo situando sus deseos como un absoluto que debe ser satisfecho por la mujer.
Berlusconi fue, por tanto, el verdadera precursor de la derecha populista actual –no solo en Italia y en Europa– y no solo a nivel político, sino también en relación con la construcción de un nuevo imaginario de la derecha.
Berlusconi, por tanto, debe ser analizado por la gran capacidad política de haber producido una nueva derecha fascista –tan hegemónica como peligrosa- en la que la manipulación basada en el miedo, el incumplimiento de las normas y el ego dilatado no es un hecho personal o episódico, sino la «normalidad» en un contexto en el que el consentimiento es el punto legitimador.
Hoy no se cierra una etapa, porque la nueva realidad modelada por Berlusconi es precisamente aquella en la que estamos sumergidos hasta el cuello.
*Publicado en Il fatto quotidiano