xEl equipo que logró el ascenso a primera división en 1989 tras vencer a Lanús 1-0. Parados: Di Marco, Valdés, Freyre, Ferlatti, Sperandío y Parrado. Abajo: Cravero, Noremberg, Fernández, Sosa y Rosas.
El partido podría instalar a Lanús (con solo un empate) o a For Ever (estaba un punto abajo, cuando se sumaba de a dos) en la cumbre del fútbol argentino. Ese 27 de mayo pasaría a constituirse, hasta hoy, en el día más glorioso recordado por los chaqueños. Aquel día hasta en el rincón más recóndito de la provincia alguna radio habrá sintonizado la emoción del ascenso de For Ever, máximo exponente, por estos lados, cuando de fútbol se habla.
El comentario generalizado en ese momento era: ¡Esta vez no se tiene que escapar! Es que un año antes nos habíamos quedado parados en el umbral del fútbol grande, cuando San Martín de Tucumán ganó la pulseada y, para colmo, Mandiyú, adversario de siempre, ya había logrado ascender dos años antes. Caminar tranquilo esa mañana por el microcentro era imposible, todo estaba convulsionado; en los bares las mesas atestadas de gente que en su mayoría llegaba del interior, también de provincias vecinas.
xEl “Gringo” Sperandío impuso su jerarquía y voz de mando en un sueño largamente buscando por el fútbol chaqueño.
Para el mediodía el estadio ya había abierto sus puertas debido al público que se agolpaba frente a sus portones. Aquella tarde todos nos sentíamos protagonistas, solo que haciendo fuerza detrás del alambrado. De hecho, tanta fue la presión, que al final cedió detrás del arco que da sobre la Avenida, lo que obligó al árbitro a detener el partido. Luego de ser levantado por los mismos hinchas, el partido se reanudó.
Fue 1 a 0 luego del furibundo penal convertido por el Oso Di Marco. El pitazo final del árbitro Juan Carlos Losteau desató el delirio; fue el momento más sublime, el mismo que al otro día llenó páginas de la gráfica concentrada en Buenos Aires. Tarde inolvidable si las hubo, con alrededor de 25.000 almas confundidas en interminable abrazos que aún perduran.
xEl arquero Ferlatti, otro de los protagonistas del ascenso.Gustavo Daniel Ferlatti
«Pechito» (tal era su apodo) era un rosarino locuaz, por ese entonces tenía 22 años, de postura erguida y amplio tórax, que dentro de la cancha parecía más alto, aunque era de mediana estatura. Sus piernas de saltarín con despegue formidable lo hacían rápido de reflejos. Ferlatti, hasta el momento de la consagración, no era muy conocido por la mayoría de los hinchas, debido a que el titular era el paraguayo Américo Giménez Aguilera. Sin embargo, el de Chaco For Ever sería su segundo título, ya que también había salido campeón de primera división con Rosario Central (suplente de Lanari).
«El partido que le ganamos a Lanús es inolvidable. Estaba por terminar cuando Villagrán, que era un eximio pateador, se paró frente a la pelota para ejecutar el tiro libre. Por el ángulo que tenía y la capacidad de pegada, tenía muchas chances para meterla y empatarnos. Ahí cambiaba la historia. La pelota hizo una comba rasante por encima del segundo hombre que puse en la barrera, no me dio tiempo a nada, solo miré como la pelota se fue cerrando y pegó en la parte superior del travesaño para elevarse por encima del alambrado. Seguramente la gente recuerda más el tiro libre porque el partido ya se iba, pero en el primer tiempo saqué dos pelotas muy difíciles, una arriba y otra abajo, en el arco que da a la Avenida. Corté centros muy importantes en el segundo tiempo, en un partido muy parejo. Y ahora que me lo recordás, también un disparo de media distancia (segundo tiempo) que alcancé a levantar con la punta de los dedos, la pelota se elevó por sobre el travesaño y también iba derecho a la red. Cuando cayó el alambrado lo vi todo, ya que lo tenía de frente. Pepo Fernández lo encaró en velocidad al arquero Perazzi, entonces Wicktor, el central, lo cruzó, haciéndole penal. La gente que estaba en la otra punta, al apoyarse con tanta fuerza contra el alambrado para ver cómo terminaba la jugada, hizo que se cayera todo».
Felipe Di Marco
El defensor rosarino de morfología robusta que daba más bien gordo (los compañeros chaqueños lo apodaron «el Oso») habitaba un mundo de introversión que lo hacía estar siempre serio. Quedó en la historia como aquel que convirtió el gol del ascenso a Primera. Cuando acomodó el balón en el punto del penal, una nerviosa calma se percibía en el aire. El Oso sabía que no podía fallar… hasta tenía decidido adónde pegarle. Prestancia y carácter eran características de este central exquisito que jugaba con dominancia absoluta, tanto por el piso como por el aire.
xFelipe Di Marco, autor del gol del ascenso, en la actualidad.
«Hugo Noremberg se encargaba de patear los penales. Pero esa tarde, cuando el árbitro marcó el lugar, el gringo caminó hasta donde estaba y solo me miró a los ojos, con eso me estaba diciendo que lo ejecutara yo. Sabía que cuando él no se sentía bien, yo lo seguía en el orden. Tomé la pelota como lo había hecho tantas veces, sabía que para la gente no era cualquier penal. Para mí era como cualquier otro, ya que jamás le había escapado a la responsabilidad cuando tenía que patear. Decidí pegarle bien fuerte, entrándole a la pelota desde la mitad hacia arriba para que no se levantara. Cuando la calcé, sentí un fuerte hormigueo en la pierna que hizo que la dejara en el aire, temiendo un posible desgarro. Por eso me tiré al piso. Calculo que fue por la misma tensión del momento, ya que pude terminar jugando. Eso fue todo, no hay más misterio, tampoco me rompí el dedo gordo, ni nada parecido. Fue la tarde en que Felipe venció a Felipe, porque el arquero Perazzi se llamaba también como yo».
Hugo Parrado
Lo apodaban Patán a aquel rubio lateral derecho que fuera titular indiscutido desde que llegó desde Vélez Sarsfield y que actualmente reside en San Miguel (Bs. As.) junto a su esposa, la chaqueña de Fontana que le diera dos hijos. Su presente transcurre con mañanas en la empresa de colectivos donde está a punto de jubilarse, y por las tardes enfundado en su buzo se convierte en el apasionado DT en clubes del ascenso bonaerense.
xMiguel Parrado (penúltimo de la derecha), hoy en la función de director técnico, junto a sus colaboradores. El marcador lateral fue uno de los salientes del gran logro.
Si hubo jugadores foráneos incuestionables por su entrega, entusiasmo y calidad en su juego, ese era el temperamental «Chiquitín» Parrado (como lo había rebautizado el relator Duncan Molina).
Sabiendo que es fiel seguidor de For Ever (a través de las redes) es que decidí entrevistarlo: «Ascender con Chaco For Ever al fútbol de Primera me marcó para siempre. La temporada anterior al ascenso del ´89, que perdimos contra San Martin de Tucumán, había sido un golpe muy fuerte del que nos habíamos propuesto tomar revancha. Nosotros llegamos a esa instancia definitoria después de un campeonato extenuante de 40 fechas, y ellos, los tucumanos, jugaron con la ventaja de esperarnos, ya que venían de haber clasificado en una categoría menor. Los tucumanos tenían un gran equipo (ese año que ascendieron le metieron 6 a 1 a Boca en la Bombonera) y nosotros llegamos lesionados casi todos. Recuerdo al Gringo Noremberg en el vestuario sacándose liquido de la rodilla, por contarte solo un caso. Desde que empezamos el Nacional B siempre fuimos creciendo, y yo siempre jugaba, excepto cuando nos dirigió Rodolfo Motta y estuve un mes y medio, y solo por eso me perdí aquella final».
«En cuanto al día que ascendimos a Primera fue una situación atípica, por lo que había ocurrido durante la semana. Nosotros, luego de conversarlo con el Pala (Oscar Palavecino, el director técnico) tomamos la decisión de no concentrar para la final, debido a que con los dirigentes no podíamos ponernos de acuerdo por los premios. Sin embargo, al salir campeones terminaron pagando lo que habíamos pedido. El día anterior al partido nos fuimos cada uno a su casa y al otro día cada uno por su cuenta al estadio. Lo que no recuerdo bien es con quién había ido yo, sí recuerdo que los alrededores del estadio estaban colmados de gente y era casi imposible llegar. Nosotros, a pesar de lo que podían pensar por no haber concentrado, éramos muy conscientes de la parada que nos jugábamos y solo pensábamos en ascender».
xParrado junto al actual entrenador de Boca Juniors, Sergio Almirón, con quien mantiene una amistad.»Siempre me viene a la memoria la manera en que recibí el llamado de don Osvaldo Diez, el técnico que creyó en mí, y no lo defraudé. Fui uno de los primeros en llegar al Chaco cuando se formó el equipo, con un contrato a préstamo por un año con opción de compra, y como mi rendimiento era bueno me compraron mucho antes. Fue el dirigente Ojeda Farana (expresidente) quien se llegó hasta Liniers para arreglar mi incorporación a For Ever».
«Por aquellos años poca gente tenía teléfono fijo en su casa (los celulares no existían), y como una vecina sí tenía, le había dado su número a Osvaldo Diez, quien me conoció cuando estaba como coordinador en Vélez Sarsfield. La cuestión es que un día la vecina me llama, urgente, porque querían hablar conmigo. Era don Osvaldo, que me ofrecía llevarme al Chaco, contando que en Resistencia estaba armando un equipo con potenciales figuras y otras ya consagradas para ascender a Primera; era el nuevo Nacional «B». Sin dudarlo fui a hablar con Yudica (DT), quien en mi puesto había llevado a Macat, al que conocía de Ñuls, y solo tendría un lugar en el banco. Yudica fue sincero conmigo y me dijo que aprovechara la oportunidad. Cuando tomé el avión, en Aeroparque, me encontré con Fornés (Boca Juniors), que también viajaba entusiasmado a un lugar que hasta ahí era una incógnita. La verdad es que en Resistencia viví años hermosos, y de ser por mí la elijo para volver a vivir, por la gente, por su calidez y el fervor que ponen sus hinchas».
«Siempre fui muy intuitivo. Una tarde, charlando con los muchachos durante una práctica y viendo la remontada que estábamos teniendo con el equipo, y que Lanús, que en un momento le había sacado cinco puntos al segundo empezaba a caerse, recuerdo haberle dicho al grupo que si al último partido, que era contra ellos y en Resistencia, llegábamos un punto abajo (se sumaba de a dos) nosotros le íbamos a ganar uno a cero… y así se dio. Mi mayor elección como futbolista fue animarme a viajar al Chaco, al que solo conocía por los viejos Nacionales. No era fácil para un pibe dejar un lugar como Vélez, que ya para ese entonces era vanguardia; para el invierno nos esperaban con la ropa caliente, con desayuno y hasta naranja exprimida. Lo había tenido todo, solo que Alfio Basile, que era quien me había llevado, fue reemplazado por Yudica que, como la mayoría de los técnicos, llegaba con sus jugadores».
Hugo Parrado hoy tiene 57 años y está cerca de jubilarse en la empresa de colectivos. Toda vez que es llamado por clubes del área metropolitana acude presuroso, ya que lo suyo es un mandato. Dirigió las primeras divisiones de San Miguel y últimamente de Leandro N. Alem, como también las formaciones de juveniles.
El rubio de San Miguel ya no depende, como en aquellos tiempos, del llamado al teléfono fijo de algún vecino. La tecnología actual le permite caminar por la vida con el suyo y, aunque no lo diga, supongo que camina con la ilusión de que en algún momento el llamado llegue desde el lugar donde supo ser tan feliz junto a tantos hinchas.