xLa «aceleración de la historia» registraba la globalización y el flujo –a veces enloquecido- de información, lo que en los hechos se traducía como una «dictadura del presente», que llevaba a la pérdida de conexión con el pasado… y con el futuro.
Cuando el ritmo de los acontecimientos se acelera, cada cambio importante ocurre en períodos de tiempo cada vez más cortos, lo que lleva a disrupciones, roturas o interrupciones bruscas en la secuencia temporal, que dificultan al humano la comprensión –y hasta la mera observación- de lo que ocurre.
Treinta años
En la última década del siglo pasado y en lo que va del presente, el mundo ha asistido a violentísimas transformaciones político-económicas que han derrumbado algunas sociedades que parecían inmutables y han trastocado otras a niveles de retroceso civilizatorio.
En el mismo lapso, la internet y la world wide web multiplicaron las conexiones a nivel global, creando un flujo de informaciones exponencial y transformando las relaciones sociales y económicas para miles de millones. Al principio atada a los cables de las computadoras y de los teléfonos fijos, pronto la internet fue adoptada y capturada por la telefonía celular, permitiendo un acceso casi unánime en todo el globo, acelerando el tiempo universal.
Quince años
Acotando más la mirada, en los últimos 15 años se sucedieron una crisis financiera que solo encuentra parangón en la de 1930, una guerra en Siria que despedazó a ese país y desequilibró al Medio oriente tanto como a Europa, una pandemia que encerró a millones de personas en todo el mundo, y otra guerra que parece localizada en Europa oriental, pero que sin embargo extiende sus efectos al conjunto de las relaciones internacionales, políticas, económicas, comerciales, culturales.
Sobre ese terreno, en el último año de estos tres lustros estamos presenciando la irrupción de la Inteligencia Artificial, una tecnología que tiene más de medio siglo de avances, pero cuyos frutos comienzan a exhibirse y a operar masivamente.
El impacto de la IA es tan poderoso que los gobiernos –que nunca llegaron siquiera a legislar adecuadamente sobre la internet, ni sobre la recolección y uso de datos- tienen un control entre limitado y nulo sobre su desarrollo e implementación.
La disrupción actual no refiere solo a la rápida invención de novedades, sino a tendencias de creación y evolución en paralelo. El concepto de «evolución paralela» anota que las invenciones y las innovaciones se suceden a un ritmo tan rápido, que ya no se basan en una simple mejora de los artefactos conocidos, sino que llegan a provocar su obsolescencia, al presentar otros nuevos que prescinden del conocimiento previo almacenado en ellos. La aceleración de la Historia muestra aquí un carácter impiadoso con objetos y personas.
Viajes en el tiempo
El conferencista Tim Urban ejemplificó la acelerada tasa de cambio en la Historia humana con la siguiente parábola. En 2015 maginó que podía viajar con una máquina del tiempo al año 1750, e invitar a un ciudadano de aquella época a venir al presente, con el fin de observar cómo reaccionaba.
El hombre de 1750 vería cápsulas que se mueven a toda velocidad por los caminos, otras que vuelan como pájaros, nos vería hablando con los muertos -o al menos viéndolos y escuchándolos en películas y videos. El hombre del siglo XVIII no entendería todo eso como una evolución, sino como brujería. Las palabras sorpresa, alucinación, impacto, etc, no serían suficientes para describir sus emociones, dice Urban, más bien deberíamos temer que el hombre muriera de la impresión ante la incapacidad de asimilar en todo o en parte la realidad que se le impone.
Suponiendo que sobreviviera, Urban decide darle al ciudadano del siglo XVIII la chance de que haga su propio experimento. Lo devuelve a 1750 y le deja la máquina del tiempo para que busque a alguien en siglos pasados y lo traiga a su época, para hacerle vivir un shock similar al que él sintió en la nuestra.
Si se fuera al año 1500, y llevara alguien de allí al año 1750, ese ciudadano del 1500 vería cierta evolución en medicina, instituciones, etc, pero la cotidianeidad sería básicamente parecida: transporte, comunicaciones, el día a día de los ciudadanos no le sorprendería mucho.
¿Cuánto tiempo atrás debería ir este señor de 1750 para encontrar a alguien que realmente se impresionara con su época, como él con la nuestra? Apelando a la historia de la tecnología, Urban calcula que probablemente debería irse hasta el 12.000 antes de Cristo, antes de la revolución agrícola, antes de las primeras ciudades, etc.
Un individuo del año 12.000 aC vería en 1750 una tribu multitudinaria, evolucionada y muy compleja, donde ya no son cazadores-recolectores, vería edificios majestuosos como las catedrales, armas sofisticadas que escupen fuego, intercambio monetario, ni siquiera lo llegaría a entender.
¿Y si luego le dejáramos la máquina a él… cuánto debería retroceder en el tiempo ese cazador-recolector para conseguir el mismo efecto? Según Urban, debería viajar unos 100.000 años para encontrar a alguien que se asombrara hasta morir con una sociedad que ha inventado el lenguaje, que domina el fuego, que edifica refugios de barro y piedra, etc.
¿Y si el hombre de los 100.000 años quisiera invitar a algún antepasado para que se quedara estupefacto con su tribu de neandertales o sapiens migrantes? No podría. Más atrás ya solo habría animales, que ni siquiera se interesarían en lo que les enseñara.
La aceleración
La moraleja del cuento está en los números: 100.000 años aC, 12.000 años aC, 1750, 2015. Primero tenemos un salto de 88.000 años, después uno de 13.750 años, después uno de solo 265 años.
Al continuar la progresión de esta secuencia de números, un matemático le dijo a Urban que el siguiente cambio «shockeante» para nosotros, comparable a los que impactaron a los hombres de los siglos pasados, debería darse en menos de 10 años. Dado que el conferencista contaba esta historia en 2015, el próximo cambio de esas características tendría que manifestarse hacia 2024.
¿Será el que nos está planteando la IA?