No siempre la vida nos da la oportunidad de ver en toda su procaz ambición, la actitud de los países centrales para quedarse con nuestros recursos. Después de las palabras de la jefa del comando sur yanqui, la generala Laura Richardson, en que se atribuye la propiedad de las riquezas de América Latina, diciendo que hay que evitar que lleguen los chinos detrás de «nuestro litio, nuestro petróleo, y nuestra agua», llegó el turno de los embajadores.
Ninguna clase magistral podría ilustrarnos sobre el significado de la voracidad imperial, como ser testigos de la pronta disposición de las fuerzas de seguridad nacionales y provinciales para «custodiar los desplazamientos» de dos representantes extranjeros por las calles de una ciudad del litoral, como ocurrió hoy en Corrientes.
La visita del embajador norteamericano, junto con el de Bélgica, a la draga que una empresa belga explota sobre el río Paraná, ocasionó que centenares de policías dirigieran el tránsito por la avenida Independencia y la 3 de Abril, como una escolta de la comitiva extranjera que llegaba con la misión de enviar un claro mensaje a las autoridades y a los legisladores nacionales y provinciales.
El mensaje, con doble contenido y destinatario, es: «Cuidado con incluir a naciones que nosotros consideramos hostiles, como China por ejemplo, en la licitación del control de la vía navegable más importante de la región. Y también es: «Queremos gestión privada, no estatal».
Los destinatarios constituyen el eslabón más débil de la cadena de la soberanía, se trata de los gobernadores, los legisladores, y los funcionarios provinciales. El pueblo sabe de soberanía.
Un gran negocio
La geopolítica, como nunca, entra a nuestra geografía como pancho por su casa, nos guste o no. Si una cuestión tan crucial como la de la soberanía de nuestro río Paraná, de pronto es motivo de interés para funcionarios de lejanos países, debe ser porque controlar la navegación y el comercio a través de privatizaciones y concesiones es un gran negocio.
Debemos recordar que el gobierno nacional se encuentra en proceso de llamar a licitación para el servicio de dragado y balizamiento, en medio de objetivos encontrados.
Por un lado, quienes defendemos la gestión estatal, que durante esta etapa demostró que fue posible, a pesar de la bajante del Paraná, gestionar la navegación, mejorar la infraestructura, brindar trabajo argentino, y garantizar los controles soberanos.
Por el otro, los intereses extranjeros que desde las concesiones de los noventa buscan controlar la salida por el río Paraná —previa extranjerización— del 80% de las exportaciones.
La visita a la ciudad de Corrientes de ambos embajadores, de EE.UU. y de Bélgica (país de origen de la empresa Jan de Nul, que ostenta desde hace más de un cuarto de siglo la graciosa concesión), tuvo por estos días todos los ingredientes de una comitiva real, empezando por la escolta policial a través de las avenidas más importantes de la ciudad.
La misma prefectura nacional, la fuerza cuya autoridad para controlar nuestras aguas interiores se ve menguada al no poder acceder a los puertos privados, que jalonan a lo largo del río la carga y salida de las exportaciones, debió custodiar a los representantes extranjeros que abordaron una draga junto al puerto correntino.
La manifiesta intención de las compañías exportadoras de que el negocio de la «hidrovía» permanezca en manos privadas demuestra no solo su interés económico, sino también su importancia estratégica, y que en caso de insistir en su entrega a estas empresas se estaría atentando contra los intereses nacionales y regionales.
El gobernador chaqueño, Jorge Capitanich, y su par formoseño Gildo Insfrán, advirtieron oportunamente sobre los peligros de que, a pedido del gobierno paraguayo, se habilitara la intrusión del ejército norteamericano en tareas relacionadas con la red fluvial de los ríos Paraguay-Paraná.
La visita de los diplomáticos, en línea con esos planes del ejército de la primera potencia, revela el avance de sus designios geopolíticos, en los que países miembros de la OTAN (hoy en guerra en Europa) ponen su mira en nuestras fronteras para explicitar que debemos subordinarnos a sus intereses económicos y a sus rivalidades internacionales, introduciendo una innecesaria tensión en las relaciones de mutua conveniencia pacífica, y multilateral, de la Argentina como nación soberana.