El arquitecto Carlos Alabe, fundador de Ciudad Limpia y uno de los mentores de Padres en la Ruta, es un ciudadano comprometido que logró la concreción de la Casa Garrahan Chaco y el Centro de Enfermedades Raras, entre otras obras. En una charla con NORTE analizó el caos vial en Resistencia y –con una mirada más general- la decadencia argentina.»Me da tristeza ver que vivimos en una sociedad que a esta altura de mi vida esperaba verla corregida en muchas cosas y que sin embargo va para atrás», lamentó. Y consideró que la responsabilidad principal de ello reside en una clase dirigente que «choca el colectivo pero lo quiere seguir manejando». TRISTEZA Y BRONCAEn el diálogo, Alabe dio su opinión también sobre la omnipresencia de los cortes de calles, que se volvieron parte de la vida cotidiana de los resistencianos. «Siento indignación, tristeza, bronca, por la gente que va, que son utilizados como rehenes, y por los chicos que son llevados también. Pero sobre todo me da tristeza ver que vivimos en una sociedad que a esta altura de mi vida yo esperaba ver corregida en muchas cosas, y sin embargo veo que vamos para atrás, que no prosperamos. En las fiestas de fin de año antes se deseaba felicidad y prosperidad, y no veo ninguna de las dos», dijo.»La sociedad padece una enfermedad muy grande, que para mí tiene origen en el sistema político que estamos viviendo, donde te dicen ‘votame que yo te soluciono la vida y lo demás no importa nada’. Somos la capital nacional del masomenismo. Si pasás el semáforo en rojo no pasa nada, y si te hacen una multa podés ir a hablar con alguien para que te la arreglen. Eso se da en el país, pero nosotros somos la capital nacional de esas prácticas. Las calles están todas cortadas, la gente no puede ir a sus actividades, el comerciante no puede vender. Y al problema no lo originó ni el comerciante, ni el ciudadano que quiere circular, ni el piquetero. Lo originaron los que están dirigiendo los destinos de la gente», planteó.Al analizar a esa clase dirigente, consideró que sus protagonistas «manejan mal el colectivo, lo chocan pero igual quieren seguir manejándolo. La gente dice: ‘y bueno, siempre estuvimos así’. Ese masomenismo es el que hace que caigamos en el todo vale. Es una sociedad llena de parches». «Los que amamos nuestro país nos resistimos a que siga siendo así. Por eso yo busco gente joven que nos ayude a salir de esto. Lamentablemente muchos jóvenes están más preocupados en sacar el pasaporte y rajar de acá. Pero siempre está la ilusión de que todo puede cambiar. Eso, a su vez, demanda involucrarse, porque esto no va a cambiar solo», marcó. LA ANARQUIA VIALEn cuanto al caos en el tránsito del Gran Resistencia, Alabe cree que para hallar una salida «lo primero es la educación. Pero si no tenemos dónde educar, estamos complicados. No hay escuelas ni pistas de manejo. Hay además una conducta social. No podemos hacer todos lo que se nos canta. Cada esquina de Resistencia es una bomba que puede estallar, dependiendo del largo de la mecha. En una sociedad educada no haría falta ni siquiera el semáforo».El fundador de Ciudad Limpia opina que en este tema también «todo tiene que ver con la política. Muchos dirigentes nos hicieron entender que solo tenemos derechos, y que las obligaciones son cosas de gorilas, de fachos, de la derecha. No dicen que las obligaciones y los derechos deben ir en forma pareja y equilibrada».En cuanto a quienes lo critican por considerarlo una figura conservadora, no les dio importancia. «Antes le daba bolilla a eso, ahora ni escucho. Me pregunto qué cuentas tendrán que rendir cuando terminen sus vidas. Tengo esa dosis de resistencia todavía, de seguir un poquito más, porque algo se logró. Por ejemplo, si no hubo más muertes en la avenida Sarmiento por conductores alcoholizados, eso es muy importante. Cuando escucho que otros hablan de mí, digo ‘no me critiquen, hagan algo mejor que lo que hago yo’. Pero ese que critica no mueve un dedo para que, por ejemplo, deje de haber chaqueños que dejen de dormir en el pasillo de un hospital de Buenos Aires porque tiene a su hijo internado ahí y él no tiene dónde parar». «¿VOS SABES QUIEN SOY YO?»En base a su experiencia de estar largas madrugadas acompañando controles de alcoholemia para evitar que al volante de vehículos haya personas no aptas para conducir, dijo que las reacciones de ira o agresivas de quienes manejan borrachos no muestran distingos. «Eso es tranversal, no distingue clases sociales. Un tipo en un auto de alta gama se puede comportar igual que el que va en una motito sin luces. No es cuestión de billeteras, sino de una conducta que atraviesa todo. Como los funcionarios que te dicen ‘ya lo llamo al gobernador’. O los que te dicen ‘¿vos sabés quién soy yo?’ Me borraron de canales de televisión, de distintos lugares. Pero el tema es que si tomaste no podés manejar», resumió. «Es más fácil enojarse con el que quiere poner orden que corregirse. La culpa es del que se alcoholizó, no mía. O te hablan de las tradiciones: ‘Un asado no se puede tomar sin vino’, te dicen. ¿Y en tu velorio de qué vamos a hablar si te pasa algo? O esquivan los controles. Los controles se pueden esquivar, lo que no se puede esquivar es la muerte», reflexionó.Al repasar la labor de Padres en la Ruta, no duda cuando se le pregunta cuál fue el peor momento que le tocó vivir. «Lo más fuerte que nos pasó fue la bomba que nos pusieron en un control, una madrugada. En el lugar exacto en el que íbamos a hacer el control estalló un dispositivo que fue colocado evidentemente por alguien que sabía del tema. Las pericias demostraron que era un artefacto programado para estallar en ese momento. Sentí la onda expansiva, fuertísima. Era un mensaje claro. Entonces nos preguntamos qué callos estábamos pisando. Nos habíamos metido con la muerte y con las coimas. Con nosotros en los controles ya no había coimas. A alguien le tocamos el bolsillo con esto. Si yo hubiera estado más cerca del lugar del estallido, ahí hubiera habido sangre. Pero lo que sí pasó fue que eso achicó mucho el grupo de Padres en la Ruta, porque para muchas personas eso fue un límite y ya no participaron más», recordó.Tras repasar todas las causas en las que participó (la construcción de Casa Garrahan Chaco, del Centro de Enfermedades Raras, del Museo Gómez Lollo, el proyecto de un albergue para chaqueños en Buenos Aires, entre tantos otras), dijo sentirse «satisfecho de no haberme quedado de brazos cruzados. El problema es que a los que les tendría que interesar todo eso, parece que no les interesa».